domingo, 4 de septiembre de 2011

Una noche de calentón


A penas cuatro minutos de conversación y te encuentro llamando a mi puerta. Edad, complexión, talla y rol. Las ansias que me empujaron al chat ahora parecen extinguidas y me afano por acabar la tarea comprometida.
Tu alito en mi cuello, mano derecha en los huevos. La izquierda en el culo intentando alcanzar el ano metiéndose por un vaquero que no he llegado a desbrochar.
Intento imponer mi ritmo, domarte. Cerrar los ojos para concentrarme en aquello que me llevó hasta a ti.
Acabado el trabajo un apretón de manos.
Cierro la puerto y enciendo el ordenador. El onanismo siempre fue una solución.

lunes, 19 de febrero de 2007

Clara


Siempre se me ha tachado de ser una mujer maniática e histriónica, aunque considero que son atributos machistas que se le cuelgan a cualquier mujer que lucha por lo que quiere, de forma que no me preocupo mucho por ello. Siempre he huido de este tipo de definiciones y he dado en clasificarme como perfeccionista.
En mi opinión, últimamente estamos perdiendo muchas sanas y buenas costumbres, entre ellas el rigor por el trabajo bien hecho. Se puede decir que hay una laxitud en las costumbres que va en deterioro de todos, y sin embargo, somos pocos los que decidimos hacerle frente a la situación y proteger nuestros intereses a capa y espada.
La última ocasión en que me he visto obligada a hacerle frente a este terrible tumor que se expande en nuestra sociedad, fue en mis clases de relajación y espiritualismo.
No hace mucho que decidí darle un vuelco más espiritual a mi vida, por lo que me apunté a las ya mencionadas clases orientalistas, que se basan en la unión de diferentes disciplinas.
La clase, compuesta por 20 personas, se divide en cada sesión en 5 grupos, con lo que se trata de que aprendamos a trabajar en equipo con todo tipo de gente, aceptando las diferencias del otro como algo normal y aprendiendo a ser más indultivos con los demás. Para que esta metodología sea efectiva es importante que los grupos no sean siempre los mismos, y las personas vayan rotando de uno a otro.
No dudaré en decir que si el experimento a surtido efecto en alguna medida ha sido sin duda gracias a mí, aunque dudo mucho que lo halla hecho dada la borreguez de mis compañeros, que no han dudado un momento en subordinar los intereses de la clase a sus caprichos personales.
Ya en la primera clase empezaron a formarse las “minipandis” entre aquellos que se conocían de antes. Éstos fueron expandiendo sus redes de influencia para formar grupos más amplios en función de afinidades personales, de forma que en poco tiempo los grupos estaban casi cerrados y la estructuración de la clase era igual día tras día, lección tras lección.
Lo que más me mosqueaba era que al monitor, la supuesta persona encarga de que las normas se cumpliesen en beneficio del grupo, parecía no importarle. ¿Pero cómo? Es que acaso no se atrevía a enfrentarse al grupo, ¿tenía miedo o era un impostor al que las normas no le importaban y por tanto estaba desarrollando una actividad terrorista contra el mismo?
Era obvio que no me podía encarar con él, de modo que empecé a boicotear la reestructuración de la clase que habían hecho mis compañeros para que al menos yo sí cumpliese con todos los objetivos marcados.
Empecé a llegar cinco minutos antes cada día para ocupar el puesto que me viniese en gana en esa ocasión, de esa forma me introducía en un grupo diferente cada día, consiguiendo mis objetivos al tiempo que desconcertaba a aquellos que no tenían ningún interés en la clase.
Las miradas se cruzaban e incluso alguna cara de resignación, pero yo permanecía ajena a todo ello. Con mi mejor sonrisa me dirigía a todos los miembros de mi nuevo grupo animándoles a la realizar la actividad mejor que ningún otro. Nunca se podría decir que no tenía interés en el desarrollo de la clase y la participación en el equipo.
Hubo algunos componentes que se resistieron un poco a que mi aprendizaje fuera lo mejor posible, incluso alguno empezó a llegar más pronto por si este día le tocaba a él quedarse fuera, sin embargo, finalmente he conseguido que todos acepten que al menos yo voy a cumplir las normas y de esta forma mi curso será más válido que el de ningún otro, ya que yo seré la única que halla alcanzado los objetivos en su plenitud.
El perfeccionamiento sólo se consigue con rigor, así que ante la pregunta de si es usted rigurosa respondería claramente que sí. La exactitud, la rigurosidad, el perfeccionamiento forman parte de mi doctrina desde bien niña.
Me crié en un internado de monjas, un lugar privilegiado para la educación de una niña. Aunque reconozco que siempre fui de las preferidas, también tuve mis más y mis menos con alguna que otra religiosa que trataba de degradarme al nivel medio de clase. Las novatas no lo entendían, sin embargo, las hermanas de mayor edad intentaban potenciar mis capacidades y no me reñían cuando de noche, al apagar la luz, sacaba mi pequeña linterna y estudiaba a escondidas entre las sábanas.
Aquellos momentos los recuerdo especialmente excitantes, una mezcla de sentimientos se agitaba en mí de forma casi incontrolada. El miedo ante la captura “in fraganti” daba lugar a una satisfacción doble, de un lado la superioridad que manifestaba ante las monjas, que en sólo una ocasión lograron castigarme con “motivos suficientes”, y de otra la que manifestaba ante la clase, mis compañeras, que por mucho que se empeñaran nunca lograrían alcanzar el adelanto intelectual que había provocado en mí el profundizar a diario en todas las materias. Aunque lo mejor era pensar en ese momento que se materializaba mínimo una vez a la semana, y en que la Señorita Hermafrodita (curioso nombre para una doncella tan pulcra) dejaba a la clase resolviendo problemas y se acercaba a mí para hablar cara a cara de asuntos de mujeres, sabedora de que mi elevado intelecto me situaban en pie de igualdad con otra mujer de más edad y más experiencia, quizás lo único que me faltaba.
Siempre recordaré aquellos preciosos momentos con Herma, la mujer con la que empecé a compartir la vida, las ilusiones, los sueños

martes, 30 de enero de 2007

Shhhhhhhhhhhhhh


Anoche, como de costumbre, me sentía agotado. Después de un duro día de trabajo llegué a casa con apenas tiempo para cenar algo e irme a la cama. Cambiando mi rutina habitual, decidí ducharme antes de entrar en la cama. Esta reestructuración de mis pautas de conducta dio lugar a una reestructuración del tiempo y sus usos, lo que me llevó a hacerme un canuto antes de entrar a lavarme. El pitillo era de maría, entraba bien, sabor suave, cuelgue intenso. Fumaba habitualmente, casi a diario. De pronto el teléfono, ¿quién osa interrumpir el descanso del guerrero?
Cuando termine de hablar seguí con mi tratamiento antiestrés. El humo llenaba mis pulmones, mi mente volaba.
Una cascada continua de agua caliente. Respira. Champú, gel de baño, de nuevo mi cascada, relájate.
Antes de secarme aproveché el momento para aplicarme un aceite hidratante de diferentes esencias que me habían regalado. Olía bien. Lo extendí por todo el cuerpo empezando por los brazos y acabando por las piernas mientras seguía fumando.
Daba a mi piel un tacto extraño pero increíblemente cercano para mi memoria sensitiva. Me concentré en su aplicación llegando a todos los recovecos de mi cuerpo, tobillos, gemelos, triceps, abductores, gluteos, bíceps y rodillas en piernas.
El aceite me cubría abrillantando mi piel, el reflejo de la luz emitida por el calefactor la doraba, la humedad producida por los chorros de agua caliente me envolvía. Me sentía como un efebo que inmortalizado en bronce cobraba vida. Volví a aplicarme aceite, a extenderlo, a aplicarlo lubricando mi cuerpo, repasaba todas las zonas, tensándolas, estimulándolas. No estaba excitado, satisfacía mi ego.
Tenía que apuntarme al gimnasio, el sedentarismo al que me obligaba la rutina estaba ablandando mi anatomía volviéndola laxa. Pese a todo me conservaba bien, se podía decir que estaba bueno, era atractivo.
“Siempre jugaste con eso Germán, con eso y con tu especial manera de mirar, interpretando un animal en celo. Lo sentía dentro, me lo creía”.
“Eres un gilipollas. No paras de pensar tonterías. Ponte el pyjama y vete a dormir, ya es tarde y mañana vuelves a madrugar”
Tendido en la cama mi cabeza zumbaba. Puse en hora la alarma del móvil. Me equivoqué tocando los botones y empecé a navegar sin querer, intenté salir, llegué a la pantalla de inicio pero había un símbolo desconocido. Ante el miedo a una factura desmesurada y debido a mi desconfianza ante las nuevas tecnologías decidí desconectarlo y de pronto nada.




Silencio, ¿lo oyes?



Respiro profundo.



Nada, el vacío.



Había roto mis cadenas con la sociedad, estaba aparte, desconectado, en silencio. Volví a encender el móvil, introduje el PIN y comprobé de nuevo la alarma-despertador, volvía a estar conectado al mundo.

viernes, 26 de enero de 2007

¿Es tan difícil que a uno lo dejen en paz?




Estimados lectores, desde hace mucho vengo pensando que últimamente se está llevando a cabo una acción terrorista contra la ciudadanía española, en concreto, y global, por contextualizar un poco el texto en el mundo en el que vivimos. A diario encuentro cócteles molotov en cualquier sitio de mi ciudad, a veces incluso, he de confesar, en mi propia casa.
Sin ir más lejos, el otro día me prestaron un libro, en concreto, me lo prestó mi pareja, a la cual prefiero mantener en el anonimato debido a que con acciones como esta se reafirma cada día más como un útil sexual. Uno de sus libros preferidos, por el bien de mi salud, los deportes de cama son los únicos que práctico, tenía que leérmelo, de esta no me escapaba, ¿por qué no fuimos esa tarde a merendar con sus padres?
La institución de la pareja es de un carácter muy débil y se basa principalmente en dos factores:
a) el desconocimiento del otro que le permite ser la persona que a ti te gustaría que fuera;
b) la atracción sexual que puede sustituirse por otro tipo de derivados en función de los traumas infantiles de cada uno;
Cualquier intento de indagar más en el otro resulta un fracaso estrepitoso que concluye cuando el uno, celosos de su vida, construida en años de búsqueda de la máxima confortabilidad, resuelve poner punto y aparte a la mal llamada “relación de pareja”.
Desgraciadamente no todo el mundo tiene el mismo sentimiento de autorrealización consigo mismo, y por tanto dependen de otro para sentirse completo, lo que le impide desarrollar su potencial individual al cien por cien convirtiéndose en una lacra más.
El individualismo feroz, del que me hago participe, resuelve que sólo te has de comunicar con los demás cuando éstos puedan cubrir una necesidad que de otra forma te sería más costosa cubrir. Este planteamiento me llevo a residir en casa de mis padres hasta bien entrada la treintena. Comida, servicio de habitaciones, lavandería.... son muchos los servicios que tenía garantizados. Esto se truncó momentáneamente cuando una zorrita periurbana, exigente para más inri, se cruzó en mi camino.
Este episodio, que no tuvo más trascendencia, se solventó con una residencia compartida, entre semana en casa de mis padres, el fin de semana un estudio de soltero, una VPO con plaza de garaje y trastero de un estilo minimalista –no me gusta que mi madre trabaje mucho cuando viene a arreglarme el pisito.
Volviendo al tema que nos ocupa, llegué al momento de “cariño, léete este libro, me encanta”, que en verdad quiere decir “para que me comprendas mejor y entiendas como siento tienes que leerte este libro porque a mí me gusta, recuerda que cada día tendrás que ir pareciéndote un poco más a lo busco para que me sienta realizada, dado que yo sola no puedo” acompañado de un “no te preocupes si no te gusta”, que traducido es “espero que tengas la suficiente sensibilidad para reconocerme en él y saber apreciarlo”.
El caso es que uno, pese a su fuerte estructuración social y mental, finalmente trata de acercarse a mundo nuevos aún inexplorados, no por tratar de comprender mejor a nadie, sino buscando la sustancia de una publicación que si bien lleva tanto tiempo en el mercado será por algo y de pronto se encuentra con... cómo expresarlo, una bazofia mediocre que podría haber escrito cualquiera sin invertir mucho tiempo, tan sólo es necesario recurrir a una patética emotividad romántica y un poco de filosofía barata, que para darle más glamour es oriental. Tres días más tarde volvimos a quedar, cuando nos vimos no sabía que decir, tenía una clara idea en la mente así que la dije sin más: “¿nos vamos a la cama?”, así es más fácil.

Que poco me apetece




Hay días en que te levantas y simplemente no tienes ganas de trabajar. Estás cansado, no tienes la mente para nada, y mucho menos para terminar de redactar ese proyecto que tienes que presentar algún día antes de que acabe el año.
El problema del trabajo “intelectual”, por llamarlo de algún modo es que depende de la inspiración del remunerado y claro, esta no siempre está operativa.
Isabel Allende, Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina y otros escritores, los llamaré así porque este término identifica muy bien su trabajo, escriben, da igual si son manuales de autoayuda o la apasionante historia de la que ayer me enteré en las escaleras de la comunidad mientras subía con la compra al estilo del escritor de moda, insisten en la constancia y la perseverancia de su trabajo, al que identifican como un trabajo rutinario de oficina. Te levantas a una hora prudente, desayunas y te sientas frente al pc (las maquinas de escribir ya no se llevan) y empiezas a escribir hasta que salga algo bueno.
Muchos de aquellos que se dedican a la literatura utilizan un sistema mucho más complejo, además de crear mapas de personajes y lugares, del desarrollo psicológico de los protagonistas, se embarcan en una aventura de la que no salen hasta que llegan al punto y final. El trabajo artístico supera al narrativo y el autor consigue así transcender el significado del texto.
Sin embargo, no todos somos artistas, ni siquiera es algo que se pueda aprender. En un principio, siguiendo a Ortega, es una cuestión de técnica, a la que únicamente se llega por la práctica, pero más allá, es una cuestión de inspiración, y si tu musa se ha quedado en el caribe más vale que vayas a rescatarla.La historia es que, desde fuera, cuando vemos algún documento impreso, tenemos la percepción de que está hecho por algún profesional, que sabe que técnicas seguir para llegar al resultado deseado de la forma más efectiva posible, y sin embargo, cuando empiezas a trabajar de prácticas en algún sitio y te encargan el documento x te entra el pánico. Al principio lo solventas con ataques de inspiración a modo de examen, sin embargo llega un día que esta se acaba y simplemente no te apetece escribir, al fin y al cabo tú no eres Cervantes.